Cuando
el alumno pone un pie por primera vez en una escuela de arquitectura, una de
las primeras lecciones que aprende y que le acompañará durante todo su
aprendizaje -y de toda su vida profesional- es el tratado escrito por Marco
Vitruvio "De Architectura". De esta obra, por encima del
resto, se hace énfasis en lo que el autor define como "tres principios de
la arquitectura": Venustas, Firmitas
y Utilitas, esto es Belleza, Firmeza
y Utilidad. Dicho de otra forma: toda buena arquitectura debe ser un compendio
de funcionalidad, construcción y forma. Para el alumno que comienza a descubrir
el infinito universo de la arquitectura esta enseñanza es extremadamente fácil
de comprender y de asumir porque tiene una lógica aplastante -como la mayoría
de conceptos y premisas en que basaban tanto griegos como romanos sus
construcciones-.
Sin embargo a medida que
avanzamos en el conocimiento de la profesión, sobre todo cuando llegamos a
plantear la realización de un proyecto completo, esos tres pilares de
importancia similar sobre los que descansa la arquitectura van modificando su
diámetro, por lo que la estabilidad se ve alterada y el concepto se inclina mas
o menos para un lado que para otro.
Por una parte tenemos la
construcción -Firmitas- que no es otra cosa que la capacidad de resolver de
forma satisfactoria el desarrollo estructural y constructivo del proyecto.
Semejante tarea ya es de por si un reto, porque de ello dependerá la
durabilidad, comodidad y confort de lo construido. Sin embargo el diámetro que
le damos a este "pilar", en ocasiones, se queda escaso.
Respecto a la Utilitas, es
decir, la funcionalidad del proyecto, se incide considerablemente mas que en el
caso anterior. Se pone marcado énfasis en la articulación del programa con la
mayor destreza posible, con el fin de que los espacios, y quienes los van a
ocupar, vivan en armonía y no en conflicto. Diámetro medio.
Por último la belleza o
Venustas, es decir, la forma, tiene la capacidad de maravillar, de sorprender y
de asombrar. Es su misión. Y es este el pilar mas potente, el que inclina la
arquitectura de su lado. Durante la etapa de aprendizaje en la escuela y en el
ejercicio de la profesión nos vemos bombardeados con ejemplos de arquitectura
donde, aparentemente, lo importante y casi único es la forma. Es complicado
encontrar una publicación en la que aparezca medianamente detallado cómo está
resuelto constructivamente un edificio emblemático. Sabemos perfectamente en
qué se ha inspirado el arquitecto para crear la obra, ilustrándonos con
infinidad de bocetos y esquemas, pero jamás sabremos como resuelve la
evacuación del agua de lluvia de una cubierta extremadamente singular.
En absoluto tengo intención de
cuestionar la supremacía de la forma sobre el resto de principios. No en vano,
la arquitectura, como tantos otros aspectos de la vida, entra por los ojos y
define nuestro entorno. Pero sí abro el debate sobre la conveniencia de
supeditar la buena funcionalidad y la óptima construcción en beneficio del
aspecto formal.
Podríamos hacernos la siguiente
reflexión; he de escoger entre dos proyectos, uno en el que el aspecto
constructivo, estructural, de instalaciones, etc. está perfectamente resuelto
pero su imagen no destaca demasiado; otro en el que la Firmitas presenta serias dudas, pero su imagen es tan potente que
será una referencia formal en el entorno en el que se construya. ¿Con cuál de
los dos me quedo?
Seguramente al plantear la duda
de una manera tan simplificada, diríamos que con ninguno, y que la virtud está
precisamente en la capacidad para articular las
necesidades formal y constructiva de forma que ambas resulten exitosas. Pero si
pensamos detenidamente encontraremos varios ejemplos de proyectos que nosotros
mismos hemos realizado en los que hemos sacrificado aspectos importantes
relacionados con la construcción, la estructura, las instalaciones, etc. en
favor de la consecución de la imagen deseada.
Es cierto que el avance de la
tecnología en cuanto a sistemas constructivos es tal que nos permite a día de
hoy proyectar con casi total libertad y arriesgar en la búsqueda de la imagen porque
encontraremos la forma de construirlo con éxito. No ocurre lo mismo con la
funcionalidad, puesto que ésta sólo depende de la habilidad para articular los
espacios, recorridos, etc.
Pero seguimos aumentando el
diámetro de un pilar en detrimento de los otros, y en ocasiones caemos en la
trampa de plantearnos la arquitectura como una gran escultura en cuyo interior
se desarrollan ciertas actividades y que, de alguna manera, debe mantenerse en
pie.
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