martes, 4 de febrero de 2014

La supremacía de la forma


Cuando el alumno pone un pie por primera vez en una escuela de arquitectura, una de las primeras lecciones que aprende y que le acompañará durante todo su aprendizaje -y de toda su vida profesional- es el tratado escrito por Marco Vitruvio "De Architectura". De esta obra, por encima del resto, se hace énfasis en lo que el autor define como "tres principios de la arquitectura": Venustas, Firmitas y Utilitas, esto es Belleza, Firmeza y Utilidad. Dicho de otra forma: toda buena arquitectura debe ser un compendio de funcionalidad, construcción y forma. Para el alumno que comienza a descubrir el infinito universo de la arquitectura esta enseñanza es extremadamente fácil de comprender y de asumir porque tiene una lógica aplastante -como la mayoría de conceptos y premisas en que basaban tanto griegos como romanos sus construcciones-.

Sin embargo a medida que avanzamos en el conocimiento de la profesión, sobre todo cuando llegamos a plantear la realización de un proyecto completo, esos tres pilares de importancia similar sobre los que descansa la arquitectura van modificando su diámetro, por lo que la estabilidad se ve alterada y el concepto se inclina mas o menos para un lado que para otro.

Por una parte tenemos la construcción -Firmitas- que no es otra cosa que la capacidad de resolver de forma satisfactoria el desarrollo estructural y constructivo del proyecto. Semejante tarea ya es de por si un reto, porque de ello dependerá la durabilidad, comodidad y confort de lo construido. Sin embargo el diámetro que le damos a este "pilar", en ocasiones, se queda escaso.

Respecto a la Utilitas, es decir, la funcionalidad del proyecto, se incide considerablemente mas que en el caso anterior. Se pone marcado énfasis en la articulación del programa con la mayor destreza posible, con el fin de que los espacios, y quienes los van a ocupar, vivan en armonía y no en conflicto. Diámetro medio.

Por último la belleza o Venustas, es decir, la forma, tiene la capacidad de maravillar, de sorprender y de asombrar. Es su misión. Y es este el pilar mas potente, el que inclina la arquitectura de su lado. Durante la etapa de aprendizaje en la escuela y en el ejercicio de la profesión nos vemos bombardeados con ejemplos de arquitectura donde, aparentemente, lo importante y casi único es la forma. Es complicado encontrar una publicación en la que aparezca medianamente detallado cómo está resuelto constructivamente un edificio emblemático. Sabemos perfectamente en qué se ha inspirado el arquitecto para crear la obra, ilustrándonos con infinidad de bocetos y esquemas, pero jamás sabremos como resuelve la evacuación del agua de lluvia de una cubierta extremadamente singular.

En absoluto tengo intención de cuestionar la supremacía de la forma sobre el resto de principios. No en vano, la arquitectura, como tantos otros aspectos de la vida, entra por los ojos y define nuestro entorno. Pero sí abro el debate sobre la conveniencia de supeditar la buena funcionalidad y la óptima construcción en beneficio del aspecto formal.

Podríamos hacernos la siguiente reflexión; he de escoger entre dos proyectos, uno en el que el aspecto constructivo, estructural, de instalaciones, etc. está perfectamente resuelto pero su imagen no destaca demasiado; otro en el que la Firmitas presenta serias dudas, pero su imagen es tan potente que será una referencia formal en el entorno en el que se construya. ¿Con cuál de los dos me quedo?

Seguramente al plantear la duda de una manera tan simplificada, diríamos que con ninguno, y que la virtud está precisamente en la capacidad para articular las necesidades formal y constructiva de forma que ambas resulten exitosas. Pero si pensamos detenidamente encontraremos varios ejemplos de proyectos que nosotros mismos hemos realizado en los que hemos sacrificado aspectos importantes relacionados con la construcción, la estructura, las instalaciones, etc. en favor de la consecución de la imagen deseada.

Es cierto que el avance de la tecnología en cuanto a sistemas constructivos es tal que nos permite a día de hoy proyectar con casi total libertad y arriesgar en la búsqueda de la imagen porque encontraremos la forma de construirlo con éxito. No ocurre lo mismo con la funcionalidad, puesto que ésta sólo depende de la habilidad para articular los espacios, recorridos, etc.

Pero seguimos aumentando el diámetro de un pilar en detrimento de los otros, y en ocasiones caemos en la trampa de plantearnos la arquitectura como una gran escultura en cuyo interior se desarrollan ciertas actividades y que, de alguna manera, debe mantenerse en pie.

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